
22 May La arquitectura bioclimática tradicional en Rumanía (Tercera Parte)
Pero aquí aparece un nuevo problema en la habitabilidad de esas construcciones. Rumanía, con inviernos largos y muy fríos, tiene veranos calurosos. Bucarest, por ejemplo, tiene una temperatura media en el mes de enero de -1,3 ºC, incluso han llegado a registrar -32 ºC. Sin embargo, en julio, con una temperatura media similar a la de Madrid, han alcanzado los 42 ºC en alguna ocasión. Aunque sus veranos son cortos, son extremos, y las viviendas tienes que comportarse climáticamente bien también en esos meses.
Las casas están pensadas bioclimáticamente para sus largos inviernos, por eso son de madera, que es un material más aislante que otros, como la piedra o la cerámica (50% de media más aislante), y con baja difusividad térmica (una difusividad cuatro veces menor de media, que supone que la madera absorbe 4 veces más lentamente el calor y que, por tanto, permanece en el aire), para que el calor aportado por las cocinas, los hornos o las estufas sólo caliente el aire. Todo para hacer un uso energéticamente eficiente del combustible. Por otro lado, siempre hay un falso techo en las habitaciones, lo que reduce el volumen a calentar, al tiempo que crea una gran cámara de aire bajo los faldones exteriores para aislar una cubierta térmicamente pobre. ¿Y qué pasa en verano?, que no funciona, o mejor dicho, que no funcionaría si no incluyera algo más.
Para resolver ese mal funcionamiento las viviendas disponen de un elemento muy característico, una veranda, que a veces se convierte en un porche, un pequeñísimo porche en algunas ocasiones, que ocupa uno, generalmente el frente, o varios laterales de la casa. Esa veranda, cuando no llega a la categoría de porche, es poco más que un escalón que sirve de asiento. A veces se limita a 50 o 60 cm en los que se pueden sentar a realizar las tareas domésticas o labores artesanales. Ésta es su zona de verano, al exterior, cuando en el interior, debido al uso de la madera, hace calor. Cuando es perimetral o semiperimetral, habrá siempre partes sombreadas en algunos momentos del día, hacia las que se irán trasladando según lo necesiten. Es una sencilla pero singular aportación bioclimática de estas casas populares rumanas al calor del verano sin perder las cualidades protectoras necesarias en invierno.

En el Museo Antropológico de Cluj Napoca se pueden ver estas dos fotos donde se muestra como se usaba ese espacio exterior para las actividades de la casa, laborales o de ocio.

Esta cabaña en Rapciuni, en Moldavia, situada en una terraza del río Bistrita, tiene una humilde veranda levantada sobre una base de piedras rodeando dos de las caras de la casa. A pesar de su discreción y simplicidad, se convierte en un símbolo bioclimático de estas construcciones centroeuropeas donde deben convivir el periodo frío con el cálido.

En esta vivienda en Radesti, también con una discreta veranda de tierra, los muros son de adobes y de barro con paja sobre un entramado de ramas. El uso de la tierra en estas construcciones es poco habitual pero debido a la posición de Rumania, entre oriente y occidente, entre el norte y el sur, los aluviones de migrantes han sido habituales, y con ellos diferentes formas de vivir y de construir.

Esta otra vivienda en Dumbraveni, en la región de Suceava, es del siglo XIX. Sigue teniendo una veranda sencilla, perimetral.
Otra de los cambios necesarios en el funcionamiento de las viviendas está encaminado a evitar que en verano la cocina, cuando está en uso, caliente el interior. Dado que el material predominante en paredes techo y suelo es la madera, al cocinar el calor producido no se almacenaría en la envolvente, que no tienen capacidad para guardar el calor con suficiente rapidez, sino que iría todo al aire. Esto es buenísimo en invierno, pero en verano sería un desastre. Para evitarlo, ya que no pueden transformar la envolvente, muy comúnmente aparece la “cocina de verano”, que es una habitación exenta o un espacio exterior que usarán para cocinar cuando haga calor.

Cocinas y hornos de verano exentos y cubiertos con un tejadillo de madera.
Autor: F. Javier Neila Gonzalez
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